Muchos adultos evitan disculparse con sus hijos, incluso cuando saben que han hecho algo malo, porque lo ven como un golpe a su egoísmo. De hecho, muchos padres, especialmente los de las generaciones mayores, piensan que pedir disculpas a sus hijos es un signo de debilidad. Sin embargo, en realidad, admitir nuestro error no es sólo un signo de debilidad, sino también de responsabilidad.
Después de todo, no debemos olvidar que para nuestros hijos somos los primeros y más influyentes modelos de conducta. Y aunque podemos darles toda una serie de lecciones sobre la importancia de que se responsabilicen de sus errores y se disculpen por ellos, si nosotros mismos no cumplimos lo que decimos, no enviaremos el mensaje que queremos dar a nuestros hijos.
¿Por qué es importante «pedir perdón» a nuestros hijos?
- Enseñamos a los niños que todos cometemos errores. Más allá de eso, es importante identificar nuestro error, pedir disculpas e intentar corregirlo o no repetirlo.
- Demostramos a los niños que nos preocupamos por sus sentimientos. La mejor manera de enseñar a los niños la empatía es a través de nuestras acciones.
- Les enseñamos que deben asumir la responsabilidad de sus actos, aunque les resulte embarazoso pedir disculpas.
- Mejoramos la relación entre nosotros y les hacemos sentir importantes.
Cómo pedir disculpas a nuestros hijos
- Reconocemos sus sentimientos
Los niños se sienten heridos cuando sus padres se enfadan con ellos o rompen una promesa. Cuando les mostramos que reconocemos sus sentimientos, les mostramos al mismo tiempo que queremos restablecer la relación entre nosotros. Por ejemplo, podemos decir algo como: «Siento haberte gritado porque has ensuciado la mesa con pintura. Sé que te he hecho daño. La próxima vez te explicaré más correctamente lo que quiero decir, para que no te preocupes por la mesa». - Aceptamos la responsabilidad
Cuando reconocemos nuestro error y lo expresamos verbalmente, hemos dado el primer paso al pedir disculpas. - Explicamos por qué pasó lo que pasó
A veces a los niños, sobre todo a una edad temprana, les cuesta ponerse en el lugar del otro. Al explicar al niño lo que nos ha llevado a nuestro mal comportamiento, le mostramos una cara más cercana y le enseñamos a ponerse en el lugar de los demás. Por ejemplo, podemos decir algo como: «Siento no haber prestado atención a lo que has dicho antes. Me preocupaba mucho no poder terminar mi trabajo». - Prometemos que intentaremos que no se repita
Tratemos de evitar hacer grandes promesas que no estamos seguros de poder cumplir. Por ejemplo, si no salimos a pasear con el niño como habíamos prometido porque había una necesidad en nuestro trabajo, nos disculpamos, explicamos lo sucedido y prometemos que intentaremos que no vuelva a ocurrir.